Acabo de terminar dos libros en uno. Son de autores distintos: uno del arqueólogo Rubén Montoya y otro del famoso novelista Robert Harris. Recomiendo vivamente su lectura y, además, la lectura de uno a continuación del otro.
Los dos tratan del mismo tema, la vida de la ciudad romana de Pompeya en torno a la erupción del Vesubio. Pero uno lo hace como arqueólogo, dando vida a los hallazgos de lo que fuera la antigua ciudad; y el otro como escritor de historia bien documentado en torno a los hechos y con imaginación.
Un libro es complementario del otro. Esto lo descubrí por error: quería comprar el de Harris en realidad, pero en el escaparate de mi librería de referencia vi uno con el título de Pompeya y me cegó la ilusión... Después volví a por el otro y terminó siendo todo un acierto.
Empecemos hablando del español.
Rubén Montoya nos cuenta lo que podía ser la vida de la ciudad a través de los objetos hallados en su excavación. Le da vida a esos objetos y nos conduce a la Pompeya de la erupción, explicando con prosa clara y apasionada lo que le sugieren esos hallazgos. El principio de la obra es magnífico: nos narra su llegada a la excavación y que seguirá a través de todo el libro, guiándonos en un viaje tan riguroso como imaginativo.
El otro autor, Robert Harris, es un escritor británico consagrado que nos presenta a varios personajes de ficción a los que pone carne y hueso.
Por eso digo que son dos obras complementarias y que, en realidad, se deberían de leer juntas. Las dos nos sumergirán en el siglo I de una ciudad romana, tanto mostrando sus objetos como llevándonos a los recovecos de la imaginación de los romanos de aquel tiempo. En mi recuerdo se mezclan las novelas para arrastrarme a la Pompeya del Vesubio. No sé qué datos saqué de un libro y cuáles de otro (es lo que tiene mi mala memoria). La sensación después de haber leído los dos es, eso sí, muy grata. Mi memoria emocional es mejor que la racional y me dice que he disfrutado mucho con estas lecturas.
Rubén Montoya otorga a la arqueología el lugar que muchos le niegan puesto que nos cuenta la historia de Pompeya en 100 objetos hallados a varios metros de profundidad y que nos muestra cómo era la vida en ese lugar en el año 79 de nuestra era. También rescata, para nuestro orgullo, los primeros trabajos que en el lugar se hicieron bajo el reinado de Carlos III.
Por su parte, Robert Harris nos lleva con Marco Atiglio, un ingeniero romano, a la Pompeya del desastre y nos contagia la frustración de su personaje al darse cuenta de lo que va a ocurrir.
Ambos libros, sobre todo el de Harris, nos exigen un esfuerzo para huir del presentismo y no juzgar los hechos con lo que sabemos ahora.
Es por ello que vuelvo a recomendar encarecidamente la lectura conjunta de estas dos obras; no se arrepentirá el lector. Yo, al menos, no. Y aún me falta leer Los últimos días de Pompeya, de Edward Bulwer Lytton. Ya os contaré...