viernes, 30 de agosto de 2024

¿SERÉ LEYENDA?

Me voy de vacaciones, todavía no sé cuánto tiempo. Estos años han ocurrido cosas que me hacen replantearme el futuro. Para pensar sobre ello me voy de vacaciones a Córdoba. Sí, sé que es mucha distancia y parece una decisión muy drástica. Pero necesito tomar distancia y se me ocurre que unos 1000 kilómetros son suficientes.

No sé cuánto tiempo estaré en stand-by, algunos meses. Pero al final volveré a retomar el blog, os lo prometo. Por eso os pido que estéis atentos y de vez en cuando os paséis por esta página o el Facebook para comprobar si ya he vuelto. Porque volveré. Y mi nombre será leyenda.

¡Hasta pronto! Nos veremos en el infierno 👿



miércoles, 28 de agosto de 2024

UN TIMÓN, UN CUADRO Y UN RELATO

 


El pasado domingo acudí a una visita guiada al Cuartel de Dolores, sede del Tercio Norte de la Infantería de Marina. Allí los visitantes fuimos recibidos por el Coronel Jefe. En nuestro paseo por las instalaciones nos contó el Coronel un hecho histórico para la Infantería de Marina.

El 14 de febrero de 1797 se produjo la batalla del Cabo de San Vicente, en la que el granadero de marina Martín Álvarez, que hoy sería Infante de Marina, defendió el buque San Nicolás de Bari y su bandera cuando toda la tripulación se encontraba muerta o malherida a causa del ataque inglés. Dicho ataque fue narrado por el oficial británico que participó en el mismo. Admirado por la valentía del granadero Martín Álvarez contó la historia que reflejaría Augusto Ferrer-Dalmau en su pintura.

El soldado español le dio el alto en pleno ataque al oficial británico, quien se negó a detenerse. Entonces Martín lo hirió con su sable, salpicando su sangre el timón del barco. El granadero fue acribillado por los soldados ingleses. Nelson, que presenció la dramática escena, ordenó que se le prestaran los mayores honores militares al cadáver del español.

Rueda de timón en el Museo Naval de Ferrol.


Resultó que el granadero Martín Álvarez no estaba muerto, sino muy malherido. Fue cuidado por sus enemigos y se recuperó. Lo desembarcaron en el sur de Portugal y de ahí fue trasladado a España, donde se reincorporó al cuerpo de Granaderos de Marina y fallecería cuatro años después en un accidente. Su sable se conserva en el Museo Naval de Londres.

Desde entonces Martín Álvarez pasó a formar parte de lo mejor de la Infantería de Marina española. Por eso el citado Coronel nos habló de su hazaña y a mi se me ocurrió escribir este relato sobre la historia de este personaje tan destacable. Para ello incluyo las imágenes del cuadro de Ferrer-Dalmau y mi foto de una rueda de timón del Museo Naval de Ferrol, como la que fue testigo de la proeza del granadero.

En España somos muy dados a olvidar lo mejor de nuestro pasado. Así, cuando alguien como el citado Coronel nos habla de un episodio destacado como este, creo que estamos obligados a darle difusión. Por ello, valga esta entrada como homenaje a los granaderos de Marina, hoy Infantería de Marina, cuyo lema es: Valientes por tierra y por mar.

viernes, 23 de agosto de 2024

POMPEYA. DOS LIBROS EN UNO



Acabo de terminar dos libros en uno. Son de autores distintos: uno del arqueólogo Rubén Montoya y otro del famoso novelista Robert Harris. Recomiendo vivamente su lectura y, además, la lectura de uno a continuación del otro. 

Los dos tratan del mismo tema, la vida de la ciudad romana de Pompeya en torno a la erupción del Vesubio. Pero uno lo hace como arqueólogo, dando vida a los hallazgos de lo que fuera la antigua ciudad; y el otro como escritor de historia bien documentado en torno a los hechos y con imaginación.

Un libro es complementario del otro. Esto lo descubrí por error: quería comprar el de Harris en realidad, pero en el escaparate de mi librería de referencia vi uno con el título de Pompeya y me cegó la ilusión... Después volví a por el otro y terminó siendo todo un acierto.

Empecemos hablando del español.

Rubén Montoya nos cuenta lo que podía ser la vida de la ciudad a través de los objetos hallados en su excavación. Le da vida a esos objetos y nos conduce a la Pompeya de la erupción, explicando con prosa clara y apasionada lo que le sugieren esos hallazgos. El principio de la obra es magnífico: nos narra su llegada a la excavación y que seguirá a través de todo el libro, guiándonos en un viaje tan riguroso como imaginativo.

El otro autor, Robert Harris, es un escritor británico consagrado que nos presenta a varios personajes de ficción a los que pone carne y hueso.

Por eso digo que son dos obras complementarias y que, en realidad, se deberían de leer juntas. Las dos nos sumergirán en el siglo I de una ciudad romana, tanto mostrando sus objetos como llevándonos a los recovecos de la imaginación de los romanos de aquel tiempo. En mi recuerdo se mezclan las novelas para arrastrarme a la Pompeya del Vesubio. No sé qué datos saqué de un libro y cuáles de otro (es lo que tiene mi mala memoria). La sensación después de haber leído los dos es, eso sí, muy grata. Mi memoria emocional es mejor que la racional y me dice que he disfrutado mucho con estas lecturas.

Rubén Montoya otorga a la arqueología el lugar que muchos le niegan puesto que nos cuenta la historia de Pompeya en 100 objetos hallados a varios metros de profundidad y que nos muestra cómo era la vida en ese lugar en el año 79 de nuestra era. También rescata, para nuestro orgullo, los primeros trabajos que en el lugar se hicieron bajo el reinado de Carlos III.

Por su parte, Robert Harris nos lleva con Marco Atiglio, un ingeniero romano, a la Pompeya del desastre y nos contagia la frustración de su personaje al darse cuenta de lo que va a ocurrir.

Ambos libros, sobre todo el de Harris, nos exigen un esfuerzo para huir del presentismo y no juzgar los hechos con lo que sabemos ahora. 

Es por ello que vuelvo a recomendar encarecidamente la lectura conjunta de estas dos obras; no se arrepentirá el lector. Yo, al menos, no. Y aún me falta leer Los últimos días de Pompeya, de Edward Bulwer Lytton. Ya os contaré...

miércoles, 21 de agosto de 2024

EL CUARTEL DE DOLORES, UN CLÁSICO DE LA ARQUITECTURA MILITAR FERROLANA


El cuartel de Dolores, sede del Tercio Norte de Infantería de Marina, es legendario entre la arquitectura militar ferrolana. Fue construido en 1726 siguiendo el diseño de Sánchez Bort. Es el cuartel más antiguo de España aún en funcionamiento. Refleja la importancia militar y naval de Ferrol. Es el símbolo de la ligazón entre el mar y la Infantería de Marina. Esto se da principalmente en Ferrol, ciudad que alberga además uno de los tres Arsenales militares españoles (los otro dos están en Cartagena y Cádiz).

Antes de la construcción del cuartel y después del Arsenal, Ferrol era San Julián de Ferrol, un simple puerto de pescadores. Felipe V decidió establecer aquí la ciudad departamental del Cantábrico y, para defenderla, se edificó este cuartel.


El Cuartel de Nuestra Señora de los Dolores, su verdadero nombre, reunió las defensas de Ferrol. Desde 1771 acoge al Tercio Norte. Esto tuvo una excepción a principios del siglo XX, cuando alojó al Regimiento de Infantería Zamora número 8 del Ejército de Tierra. Curiosamente muy poca gente en la ciudad conoce que en este cuartel hizo guardia un segundo teniente del ejército de tierra llamado Francisco Franco.

El cuartel, edificado en plena Ilustración, está caracterizado por una marcada simetría y cuenta con un gran patio de armas alrededor del cual se desarrolló todo el cuartel.

Este establecimiento militar fue clave en la línea defensiva de Ferrol, contando en su exterior con la única puerta de la ciudad que se abría al mar y que aún se conserva, la de Fontelonga.


Por eso esta instalación es de visita obligada para los turistas que vienen a Ferrol. 

Bandera coronela del I Batallón del VI Regimiento de Infantería de Marina
del que procede el actual Tercio Norte en el Cuartel de Dolores.