CÓRDOBA DE LEYENDA, de José Manuel Cano de Mauvesín Historias y Leyendas de Córdoba Editorial Almuzara
Nos encontramos ante un ensayo de tapa blanda que, a lo largo de 231 páginas, nos lleva de la mano a través de una Córdoba (y en general por una Andalucía) legendarias. El libro consta de epílogo y notas, lo que le da una profundidad documental a la obra. Además de esto nos cuenta dos docenas de historias mitológicas y legendarias.
Es imprescindible para conocer la verdadera Córdoba, la antigua, y sobre todo las tradiciones y mentalidad de los actuales cordobeses.
Me encontré con esta joya en una visita que hice a la Casa del Libro de Córdoba donde, ingenuo de mi, buscaba un libro sobre la historia de la ciudad califal. La cordobesa que me atendió, tan joven y bonita, me endosó siete... que todavía estoy leyendo. Pero este me llamó especialmente la atención porque me recordó la somera visita que había hecho por la ciudad.
Así, después de leerlo, recordé los lugares en los que había estado y aunque en ellos me había contado el guía su historia, con este libro volví a revivirla. El libro, muy bien redactado, es un complemento muy útil para el viaje que el visitante debe de hacer a la Córdoba más interesante, la antigua, la de Aberroes, la de Maimónides, la de la Mezquita-Catedral y la de la Judería.
Una de las historias que más me impresionó es la que se cuenta de la calle De las cabezas. Recomiendo vivamente esa visita: debe hacerse al anochecer o ya de noche y conociendo la leyenda que implica a los siete Infantes de Lara. Le aseguro al visitante que podrá ver unas cabezas al fondo de la calle colgando de una viga. Aunque si va por la mañana ya no estarán.
Yo volveré a Córdoba y, cuando lo haga, volveré a visitar este callejón tal como recomiendo al lector.
Formó parte de un monasterio creado por Alfonso XI, rey de Castilla y León, en 1342. El monarca fundó el monasterio para agradecer su victoria en la batalla de El Salado que tuvo lugar en 1340 y para destinar la iglesia del cenobio a Panteón Real. Alfonso XI deseaba que en ella fueran sepultados los restos de su padre Fernando IV, que había muerto en 1312, y cuyo cadáver en ese momento estaba en la catedral de Córdoba. También quería que sus propios restos descansasen allí.
En julio de 1343, durante el Sitio de Algeciras, Alfonso XI cedió al monasterio algunos bienes que habían pertenecido a Martín Pérez y a Rodrigo Pérez de Castro y que en esos momentos se encontraban en la cámara del rey. El soberano encomendó a Fernán Rodríguez, su camarero mayor, la administración de los bienes.
Cuatro años después de la creación del monasterio este fue elevado al rango de Colegiata por el Papa Clemente VI mediante una bula, emitida el 1 de agosto de 1347, para que en este templo se celebraran los oficios de los reyes difuntos con solemnidad. La devoción de Alfonso XI hacia San Hipólito aparece en un documento de octubre de 1333 en la ciudad de Sevilla. Por él ordenaba a los clérigos de Jerez y Sanlúcar celebrasen aniversarios por las almas de sus antepasados en diversas festividades y, sobre todo, el día de San Hipólito.
Las obras se llevaron a cabo muy lentamente, realizándose solo la cabecera y el crucero de la iglesia durante los reinados de Alfonso XI y su hijo Pedro I. El resto de edificios se terminaron en el siglo XVIII.
En 1729 por orden de Felipe V se emprendieron las obras para terminación de la iglesia, finalizándose siete años después, afectando fundamentalmente a la nave, al crucero y a la fachada de la iglesia. Estas fueron ejecutadas por Juan de Aguilar con traza de Tomás Jerónimo Pedrajas. Durante los siglos XVIII y XIX se añadieron una serie de dependencias que dieron lugar a la colegiata actual.
En 1852, reinando Isabel II, el templo perdió la categoría de Colegiata, aunque siguió abierto al culto. Y a finales del siglo XIX fue cedida a la Compañía de Jesús a perpetuidad.
En 1994 se repuso el revoco del estuco del exterior del edificio, siguiendo el modelo original del siglo XVIII, bajo la dirección del arquitecto Arturo Ramírez.
Está situado el templo en la Plaza San Ignacio de Loyola, en el centro de Córdoba, entre la avenida del Gran Capitán y las calles Menéndez Pelayo y Alonso Aguilar. Desde 2008 está considerada Bien de Interés Cultural. Se clasifica entre los estilos gótico y barroco, de planta rectangular formada por la iglesia, la sacristía y el claustro. La fachada principal está ubicada a los pies del templo y fue realizada en ladrillo estucado. Forma un rectángulo coronado por un frontón triangular y adornada con pilastras, pareadas en los extremos y colgantes en el frontón y el centro.
La portada está realizada en piedra y se compone de un cuerpo con pilastras que enmarcan el vano de la iglesia, adornado con molduras. Sobre la cornisa está el segundo cuerpo con una hornacina flanqueada por estípites en la que está la imagen de San Hipólito y es una de las primeras utilizaciones del pilar-estípite en las fachadas de las iglesias cordobesas. La portada está rematada por el escudo del reino de Castilla y León.
Con estos detalles e indicaciones recomendamos a los viajeros y, sobre todo, a los cordobeses que no la conozcan que visiten la Real Colegiata de San Hipólito.
Armadura del Marqués de Cerralbo en la Casa Museo de María Pita.
El segundo marqués de Cerralbo, Don Juan Pacheco, fue muy importante en la defensa de La Coruña cuando fue atacada en 1589.
Aunque la que pasó a la historia fue María Pita, el marqués de Cerralbo era por entonces Gobernador de Galicia y Jefe de la Real Audiencia, así como Capitán General. Gran estratega y destacado político, organizó la defensa de La Coruña contra la Contraarmada inglesa. Fue líder de la resistencia de la ciudad y buen coordinador de su defensa. Reforzó las fortificaciones ante el inminente ataque de Sir Francis Drake. Todos los historiadores conocidos coinciden en que su papel fue fundamental para rechazar el ataque inglés y causar la derrota de la Contraarmada.
La Contraarmada fue conocida como La invencible inglesa. Fue una expedición de castigo organizada por Isabel I de Inglaterra como respuesta a la Real y Felicísima Armada enviada por Felipe II el año anterior. El objetivo principal inglés era castigar la osadía española y destruir los restos de su armada, así como tomar Lisboa y las Azores, cortando las líneas de suministro de España con América. Existía también la leyenda de que en La Coruña se guardaba un gran tesoro de millones de ducados, otro aliciente más para atacar la ciudad.
En mayo de 1589 la Contraarmada atacó La Coruña, una pequeña ciudad casi indefensa dirigida por el marqués de Cerralbo, al que siguieron valientes ciudadanos como María Pita e Inés de Ben. La resistencia coruñesa causó grandes bajas a los ingleses. El mando del marqués de Cerralbo fue fundamental en la defensa de la ciudad, demostrando su liderazgo y capacidad militar en un momento gravísimo para España.
Juan Pacheco era Capitán General de Galicia y cabeza de la Real Audiencia (fusión del poder civil y militar). En el cerco aceptó el desafío y se mantuvo en su puesto, inspirando la resistencia coruñesa. Distribuyó también sabiamente a los soldados profesionales supervivientes de los Viejos Tercios de la Infantería Española.
El marqués de Cerralbo fue el artífice de una línea de torres de vigilancia en la costa, siendo la Torre de Hércules la más cercana a La Coruña. Este sistema de alerta llegó a reunir a más de 1500 personas entre soldados, milicianos, marinos y mujeres. Cerralbo también llamó a refuerzos de Santiago y Betanzos. Los ingleses, a pesar de ello, desembarcan y van ganando terreno, sobre todo en la zona conocida como "la Pescadería", obligando a Cerralbo a refugiar a la población en la Ciudad Vieja.
El 8 de mayo los ingleses piden la rendición de la ciudad y amenaza con que si no en dos días serán masacrados. Inmediatamente, el marqués de Cerralbo responde: Pueden iniciar el ataque cuando gusten.
Pacheco ordenó realizar pequeñas escaramuzas para ganar tiempo y frenar el ataque inglés mientras distribuía a sus efectivos a lo largo de la muralla. Se suponía que los ingleses atacarían el 14 de mayo, cuando Cerralbo se dirigió a la Puerta de Aires para dirigir la defensa. Se pone su armadura y ocupa su puesto en la batalla, entrando en la historia de La Coruña.
Los ingleses, derrotados, se retirarían definitivamente el 18 de mayo, tras catorce días de asedio y dejando atrás dos mil muertos y tres buques hundidos.
Por su conducta durante la batalla el Segundo Marqués de Cerralbo fue recompensado con el puesto de Gobernador de los Países Bajos, cargo que nunca ejercería puesto que falleció cuando iba a embarcar rumbo a su destino.
La reina se encontraba mal. Se levantó de la cama, su marido, Fernando, no estaba junto a ella. Otros menesteres lo habían llamado. Isabel se puso la bata, se sentía mal, muy mal. Por eso se había levantado, pero así tampoco mejoraba. Un ruido estridente que venía del exterior del Alcázar la molestaba mucho. Venía del río, del Guadalquivir.
Presa de la furia gritó: A mi la guardia, rápido!!!
Al momento entraron en su habitación dos guardias reales empuñando sus armas con gesto crispado, preparados para lo peor. Vieron a su reina y se alarmaron, estaba desencajada. Su mirada desafiante, desesperada. Inmediatamente revisaron la estancia, pero no encontraron nada extraño.
- Guardias, rápido, ¿dónde está vuestro capitán?
Uno de los guardias se dirigió al otro: Avisad al capitán, rápido, la reina lo requiere.
El guardia real echó a correr.
A los pocos minutos llegó el Capitán de la Guardia Real y la reina se sintió aliviada.
- Capitán, os ruego, os ordeno que detengáis ese maldito ruido.
- Majestad, como ordenéis; pero he de advertiros que ese ruido es la albolafia del Guadalquivir. Es el molino de agua que instalaron los moros. Y para pararlo necesitaría también la orden de vuestro augusto esposo.
- Es igual. Vuestra reina os acaba de dar una orden. ¿No conocéis el lema "Tanto monta"? Soy la reina Isabel de Castilla. ¡Parad ese engendro de los infieles!
El capitán, llevándose la cruz de su espada al rostro, inclinó la cabeza y dirigiéndose a sus hombres les dijo:
- Ya habéis oído a vuestra reina, parad la albolafia.
Ellos salieron apresuradamente de la estancia. En unos minutos el ruido cesó. El rostro de la Reina se relajó. La albolafia de Córdoba había parado. Para siempre.
NOTA. La leyenda dice que una orden de Isabel la Católica fue el motivo de que la albolafia se detuviera. Los detalles son producto de la imaginación del que suscribe.
Escudo de La Coruña de comienzos del siglo XVII. Coronaba la puerta de la Torre de Arriba en las murallas del barrio de la Pescadería.
Estamos en mayo de 1589. La Coruña representada en la maqueta que he podido fotografiar en una visita reciente a la Casa Museo de María Pita, se convirtió en el escenario de la resistencia y valentía de los coruñeses que, ante el ataque inglés, siguieron a María Pita en su feroz resistencia. La ciudad sufrió severos daños, pero resistió al ataque. Aquí la heroína española lideró una carga contra los soldados ingleses que habían matado a su marido. La carga obligó a los ingleses a reembarcarse y huir mar adentro. Esto hizo de María Pita un mito local y nacional por su honor y valor. La historia de esta coruñesa ha perdurado en la memoria de la ciudad y más allá, siendo celebrada como una heroína.
En esa época La Coruña había sido atacada por la Armada Inglesa, liderada por el Almirante (corsario) Francis Drake como parte de la venganza para destruir uno de los lugares del que había salido la Armada Invencible. La Coruña también fue objeto de las ambiciones inglesas por ser el puerto más importante en su tiempo del noroeste de España. La armada inglesa estaba constituida por 150 naves y 23.000 hombres, desembarcando en la ciudad en 1589. La ciudad fue cercada y se abrió una brecha en la muralla, comenzando el asalto.
Durante este, Don Gregorio de Rocamunde, marido de María Pita, fue muerto. Esto motivó que ella, llena de rabia, arrebatase una lanza al alférez inglés que luego resultó ser hermano del rey. El alférez que arengaba a sus hombres cayó fulminado por el lanzazo. A continuación, la tropa inglesa, desmoralizada, inició su retirada. La hazaña de María Pita se produjo al grito de ¡¡Quen teña honra que me siga!!
La historia de La Coruña campo de batalla se remonta a la época romana cuando era conocida como Brigantium, y contaba con un puerto natural estratégico. También en la época romana fue un importante puerto comercial, conectando por mar la península ibérica y otras partes del imperio. Los romanos rodearon Brigantium con numerosas infraestructuras, incluyendo caminos, puentes y edificios que han perdurado hasta nuestros días. Uno de los más importantes fue el complejo de murallas, que aprovecharon los coruñeses mil quinientos años después para defender su ciudad.
Esta maqueta, que se puede ver en la Casa Museo de María Pita, ilustra cómo era la ciudad en la época. Se puede ver el actual barrio de la Pescadería, que ocupa la parte más estrecha en el istmo y que fue el que intentaron cruzar los ingleses.
La parte alta de La Coruña medieval, conocida como la Ciudad Vieja, está situada a la derecha en la maqueta. Es una zona histórica de calles empedradas, iglesias y casas palaciegas que reflejan el pasado medieval de la ciudad. Refundada en 1208 por Alfonso IX de León se sitúa en el antiguo asentamiento de Brigantium. La ciudad vieja es de visita obligada. La conozco bien puesto que la crucé cientos de veces en los doce años que estudié en el Colegio de Santo Domingo.
Otro emplazamiento importante para la defensa de La Coruña fue el Castillo de San Antón, situado en una isla que se encuentra en plena entrada a la bahía de La Coruña. El castillo no estaba terminado en 1589, pero sí contaba ya con algunas piezas de artillería, lo que fue imprescindible para hacer fracasar el ataque inglés.
Todos los coruñeses saben que, aparte del glorioso papel que jugó María Pita en la defensa de su ciudad, existen otros personajes no menos importantes como los capitanes Troncoso y Juan Varela, antiguos componentes de los Viejos Tercios de la Infantería Española. Así como María Pita tiene dedicada una plaza, la principal de la ciudad con el ayuntamiento, estos dos capitanes tienen sendas calles conocidas por todos los coruñeses como homenaje por la defensa de la ciudad. También fue muy importante Inés de Ben, aunque tuvo peor suerte que María Pita ya que, además de quedar ciega en el combate, desapareció y no se supo más de ella.
No se puede visitar Córdoba sin ir al Museo de Julio Romero de Torres, el que pintó a la mujer morena. Yo fui a su museo. Me encantó. Tanto que me prometí a mi mismo volver a visitarlo. Volveré. Mi visita al museo tuvo además el aliciente de contar con un guía de excepción: un ordenanza cordobés apasionado de su paisano el pintor.
Julio Romero de Torres es un pintor conocido en toda España, principalmente por sus retratos femeninos y su pasión por la cultura andaluza -sobre todo cordobesa-. Uno no puede visitar ese museo sin perderse en la mirada de las mujeres que aparecen en sus cuadros.
Romero de Torres era un pintor simbolista y modernista, con un estilo muy personal que combina la tradición artística con el folclore cordobés. El museo que lleva su nombre exhibe su obra y ofrece un apasionante recorrido por su vida y devenir artístico.
Nació en Córdoba el 9 de noviembre de 1874 y murió en la misma ciudad califal el 10 de mayo de 1930. Era hijo de Rafael Romero Barros, pintor y fundador del Museo de Bellas Artes de Córdoba.
Busto de Rafael Romero Barros, padre de Julio
Siendo muy joven Julio destacó por su talento artístico, ganando varios concursos. Se formó en la Escuela de Bellas Artes de Córdoba, viajando posteriormente a Francia, Países Bajos y Marruecos para ampliar sus estudios. Combinó su oficio de pintor con el de restaurador de obras de arte. Se especializa en el retrato de mujeres y de la vida cotidiana andaluza, utilizando un colorismo intenso.
El museo se encuentra, como no podía ser de otro modo, en el corazón de Córdoba, en la misma ubicación del Museo de Bellas Artes. Fue fundado en 1931, un año después de su muerte, por su viuda e hijos. Remodelado en 1934 cuando se compró la casa contigua, se volvió a remodelar en 1992 para mejorar la iluminación y la seguridad. En el museo se exhiben retratos, carteles, dibujos y publicaciones del artista cordobés, ofreciendo un recorrido por su vida y obra, desde sus orígenes hasta sus obras más legendarias.
Romero de Torres nació en una familia de artistas, lo que lo marcó en su vida. De joven parte de la pintura regionalista para evolucionar hacia la estética de la generación del 98 y del modernismo en boga entonces en toda España. En 1908 crea un estilo personal combinando el sentimiento popular con el folclore. En sus inicios intenta reflejar una España dramática y rural. El pintor destaca también por un dibujo preciso con un colorido equilibrado, azul, verde y sobre todo negro. También pasó a la historia por su temática flamenca y taurina.
El museo es el típico museo de autor que contiene la mayor colección de obras del pintor cordobés y algunos objetos que nos llevan a su perfil más personal. En 1930, en pleno éxito, Julio vuelve a la casa familiar de Córdoba para gestionar su exposición en la Casa de Córdoba en Sevilla con 25 cuadros, lo más representativo de su obra. La sala fue muy visitada y premiada. Su hermano Enrique era entonces director del Museo de Bellas Artes de Córdoba, haciendo gestiones para trasladar la exposición a la ciudad.
La década de 1930 fue clave para la creación y consolidación del museo cordobés del pintor, inaugurándose en 1931 de forma provisional. En primera instancia se seleccionó el antiguo Hospital de la Caridad, próxima al Museo de Bellas Artes, pero pronto se quedó pequeño; por lo que en 1934 las obras se trasladan al Museo Provincial en la Plaza del Potro. En 1936 se añaden tres nuevas salas a las ya existentes. La colección definitiva del museo se completó con las 25 obras llevadas desde la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. También se llevaron obras y objetos personales del pintor que guardaba en sus talleres de Madrid y Córdoba. Posteriormente se fueron realizando donaciones, compras y depósitos hasta completar la colección que hoy se expone.
Fui al museo a finales de octubre del año pasado en una visita por mi cuenta, sin guía. Qué fortuna tuve cuando, al notar mi pasión por los cuadros, se acercó a mi un ordenanza del museo. Demostró ser muy amable y un experto en la figura y obra del pintor cordobés.
Tengo que reconocer, además, que siendo un edificio tan antiguo se ha hecho un esfuerzo ímprobo para hacerlo accesible a los discapacitados.
Fue un día delicioso, a lo que contribuyó el citado ordenanza, que me ilustró sobre la historia de la Córdoba coetánea a la obra del pintor. Debatimos también (debo decir que escuché más de lo que hablé) sobre La chiquita piconera, el famoso cuadro. Este hombre tan amable me dijo que la leyenda de que la Chiquita piconera era una prostituta es falsa. Era una chica normal en la que se fijó (no es de extrañar) y le pidió que posara para él, no era ni prostituta ni su amante.
Sea como fuere, esta visita supone un hito en mi acercamiento a la Córdoba del primer tercio de siglo, la que pintó el gran Julio Romero de Torres. Su museo es de obligada visita para el que quiera conocer y comprender por qué el pintor era un enamorado de la ciudad califal.
Días después llovió en Córdoba, lo cual es un acontecimiento en si mismo. Me encontré a este mismo ordenanza en otro museo, no sé cual, y le pregunté qué hacía allí.
- Estoy aquí mientras arreglan el museo de Julio Romero, cuyo techo se hundió por las últimas lluvias.
Tengo que reconocer que, como gallego y antiguo trabajador en el Museo de Bellas Artes de La Coruña, esto me sorprendió. Se ve que en Córdoba no suele llover y no están preparados para la lluvia. Espero que ya esté arreglado (tiempo ha habido) y espero volver al mismo en mi próximo traslado a Córdoba. Espero también volver a encontrar a mi colega cordobés para recordar la apasionante historia de Julio Romero de Torres de manos de un experto, que me considere su amigo y poder vivir de nuevo su pasión por el pintor.
Cuando me faltaban pocas semanas para volver a Pozoblanco, mi profesora de informática y amiga (viguesa, para más inri) me dio la idea de recoger información del icono coruñés por antonomasia, María Pita. Esta mujer lideró la resistencia contra el corsario inglés Drake en 1589 en el transcurso de la llamada Contraarmada. Esta portentosa herculina dejó su huella en la ciudad y yo me propuse seguirla para llevarme un buen recuerdo de mi ciudad natal. Para ello visité en primer lugar su casa-museo.
Esta se encuentra en el número 28 de la calle Herrerías de La Coruña y está dedicada a difundir la figura de la heroína que luchó contra la armada inglesa en 1589. La casa fue el hogar familiar de María Pita y de su primer marido, Juan Alonso de Rois, quien construyó la vivienda en un solar de su propiedad.
Es más que un simple edificio, es una construcción que nos lleva al pasado viajando al siglo XVI, cuando María Pita se enfrentó a la armada inglesa. Es una visita recomendada para los turistas y también para todos los coruñeses, y que yo, si no hubiera sido por mi amiga viguesa, me habría perdido.
La casa-museo se distribuye en cuatro estancias:
en la planta baja, dos salas recrean la vida en los siglos XVI y XVII con un panorama de la vida de María Pita y de La Coruña en aquellos tiempos.
la segunda planta nos muestra objetos de uso cotidiano del pueblo llano de la época, así como la recreación de la tienda y del dormitorio principal de María Pita y sus padres.
en la planta superior se muestra el papel jugado por La Coruña en las relaciones internacionales de la época y los conflictos entre España e Inglaterra, que llevaron al ataque a la ciudad en 1589.
Tengo que decir que yo me muevo en silla de ruedas, como ya he mencionado muchas veces en este blog, y por mi experiencia no suele haber acceso a viviendas tan antiguas, así que tenía pocas expectativas de poder visitar este museo. Estaba equivocado: pude acceder a las estancias de la planta baja y también a las siguientes ya que cuentan con ascensor. Es un orgullo como coruñés que sea así. En el Museo Naval de Ferrol, por ejemplo, no he podido acceder a la primera planta porque "es un edificio viejo y no hay ascensor", era la excusa.
También tengo que reseñar la amable actitud del personal de esta casa-museo, desde la recepcionista al guía. La recepcionista me dio información sobre otras casas-museo de La Coruña (la de Picasso, la de Casares Quiroga) y el guía me mostró un profundo conocimiento sobre los hechos, que relataba de forma muy amena. Al terminar la visita guiada me quedé hablando con él de los libros de un escritor que ambos admiramos, el coruñés Luis Gorrochategui, gran ensayista sobre la batalla de la Coruña y, en especial, de la actuación de María Pita.
Aparición de San Pablo a San Fernando, de Antonio de Castillo. Museo de Bellas Artes de Córdoba.
Hoy es San Fernando. Lo sé porque yo me llamo así.
San Fernando era conocido como el rey Fernando III el Santo y el Guerrero (yo, particularmente, prefiero el guerrero al santo). Nació en Peleas de Arriba (Zamora) entre 1199 y 1201 y murió en Sevilla el 30 de mayo (de ahí la onomástica) de 1252. Fue rey de Castilla y de León, hijo de la reina Berenguela de Castilla y de Alfonso IX de León. En su persona se unificaron los dos reinos que habían sido divididos en 1157 a la muerte de Alfonso VII. Su familia pertenecía a la rama de los Borgoña. Se casó sucesivamente con Beatriz de Suavia y Juana de Pontieu.
Fue un rey católico, canonizado por el papa Clemente X en 1671. Es patrón de Sevilla, Aranjuez, San Fernando de Henares, Maspalomas, Villanueva del Río, San Fernando de Apure, San Fernando de Bolívar y otras localidades de Nicaragua. Pasó a la historia como el que reconquistó Córdoba. También es patrón del Arma de Ingenieros del Ejército de Tierra.
Durante su reinado se reconquistaron los territorios de Jaén, Córdoba, Sevilla y lo que quedaba de Badajoz. Mandó a su hijo Don Alfonso, futuro Alfonso X, a conquistar el reino de Murcia. Los musulmanes capitularon y la región quedó como señorío castellano. Después su hijo conquistaría las plazas de Mula y Cartagena. Cuando Fernando III accedió al trono su reino no pasaba de 50mil quilómetros cuadrados. Durante su reinado conseguiría otros 120mil.
Fue padre también de Fernando, Leonor, Luis y Juan, muriendo siendo niños Luis y Juan. Fernando III murió en Sevilla y fue sucedido por su hijo Alfonso.
Con la unión definitiva de Castilla y León se da el primer paso de un proceso que culminará con la unión dinástica de Castilla y Aragón (con los Reyes Católicos), lo que significa el inicio de la monarquía de la Corona de España.
Fue un rey preocupado, entre otros asuntos, de que su reino estuviera bien comunicado. Por eso tuvo interés en que se arreglaran todos los caminos y se construyeran los necesarios, de ahí que fuera nombrado patrón de los ingenieros militares.
Publico esta entrada precisamente hoy, día de mi onomástica, como homenaje a uno de los reyes más importantes de la historia de España.
Como curiosidad, el nombre de Fernando es de origen germánico y deriva de la palabra Firthu que significa paz o seguridad y Nands que significa audaz, valiente, temerario. Algunas fuente sugieren que puede significar vida aventurera o el que se atreve a todo por la paz. Fernando es un nombre de pila masculino español.
Y ahora, terminada esta entrada, me voy a celebrar mi santo con una amiga.
La bonita chica pozoalbense posando con simpatía cordobesa
Llevaba en el CAMF de Pozoblanco casi un mes. Había bajado al centro del pueblo y había recorrido la localidad repetidamente. Me había encontrado con su belleza, la de piedra y la de carne y hueso. Pero no esperaba encontrarme esto.
En plena feria de Pozoblanco, la noche del 28 de septiembre de 2024, el centro organizó una excursión a la misma. Allí la vi. Era joven, delgada, con una sonrisa cautivadora, una sonrisa que me dirigió a mi, una sonrisa que parecía esbozada especialmente para mi. Entonces no pude evitarlo. Entre el ruido de la feria y cruzándome con caballos y sus monturas, no pude dejar de fijar mis ojos sobre ella. No le pregunté su edad, a una mujer nunca se le pregunta, pero estoy seguro de que tenía menos de la mitad que la mía.
Entonces una frase brotó de mis nerviosos labios:
- Guapa, ¿te puedo hacer una foto?
A lo que ella respondió:
- Por supuesto.
Se puso en posición de posar y agudizó su sonrisa (aunque no le hacía falta). Yo creí rozar el cielo en ese momento. El tiempo se paró y la música de la verbena dejó de sonar para mi. En la feria, por un instante, estábamos solos ella y yo.
Solo recordé hacer la foto para inmortalizar el momento. No le pregunté su nombre, no quería saberlo, aunque hoy todavía me acordaría. Solo me fijé en su sonrisa y en su figura estilizada en el ceñido traje de gitanilla.
Como pude, me tranquilicé y conseguí decirle:
- Ya está, guapa. Gracias.
- De nada.
Se dio la vuelta y comenzó a andar. Fijándome de nuevo en su figura mi corazón empezó a galopar. Había caído bajo el hechizo de la cordobesa. Y entonces volví a hablar y le dije:
- ¿Sabes que eres muy guapa?
A lo que ella, dándose la vuelta, me respondió sonriendo de nuevo, con su acento inconfundible:
- Muchas gracias.
Y esta vez se perdió en la noche de Pozoblanco para siempre. Pero no de mi memoria. Conservo ese momento entre mis recuerdos más emocionales. Nunca la olvidaré.
Hubo otras, durante la feria te las puedes encontrar paseando por las calles del pueblo en cualquier momento. Pero ninguna me produjo la sensación deslumbrante que me provocó la chica de la feria de Pozoblanco.
La talla que aparece en la foto es el Cristo de los Milagros que hay en las Ermitas de Córdoba, en el sotocoro de la iglesia. Es del siglo XVIII.
La primitiva iglesia de los ermitaños fue edificada en 1703 cuando se reunieron en el Cerro de la Cárcel. La iglesia era tan pequeña que, en 1732, se solicitó al Cardenal Obispo de Córdoba la ampliación de la misma. Este lo autorizó el 17 de junio del mismo año y las obras comenzaron el 7 de mayo de 1733, con la bendición y la colocación de la primera piedra. Dentro de esta se colocaron varias monedas de plata y cobre.
En agosto de 1733 los ermitaños solicitan al Cardenal que se celebre anualmente una misa en honor a su benefactora Doña María de Villalba de Montalbán (Córdoba), que paga la edificación de la capilla mayor de la iglesia. Le costó 700 ducados, aunque al final el gasto subiría a 6000 hasta su finalización. Por eso el 6 de enero de cada año -excepto los nueve de la Desamortización- y hasta 1957 se celebró dicha misa. La iglesia se bendijo el 21 de diciembre de 1734.
El sotocoro es un espacio que está separado de la iglesia propiamente dicha por una verja en donde que se ubicaban las personas que asistían a misa los domingos en tiempo de los ermitaños. En él está el crucifijo casi de tamaño natural bajo la advocación del Cristo de los Milagros. No se sabe por qué tiene ese título. Es muy venerado por los visitantes de la iglesia.
Junto a él hay unos versos que dicen:
"Tú que pasas, mírame.
Contempla un poco mis llagas
y verás que mal me pagas
la sangre que derramé."
Para mi este es uno de los mejores ejemplos del Arte Sacro que pude contemplar en Córdoba. No es tan conocido como el arte musulmán de la ciudad, pero sí es de obligada visita.
Los bisnietos de las víctimas de Hitler forman actualmente las fuerzas de defensa de Israel, que no olvida que sus antepasados estuvieron a punto de ser exterminados.
Ya sé que este no es un tema políticamente correcto, pero me da igual. Para entender la mentalidad de el Estado Judío (la única democracia de Oriente Medio y que respeta todos los derechos de las mujeres y de los homosexuales), hay que remontarse a su fundación y a los motivos de esta: la concesión de un Hogar Nacional a los Judíos supervivientes del Holocausto.
Desde su fundación, según el historiador y coronel de sus Fuerzas de Defensa, Netanel Lorch (autor de Las Guerras de Israel) Israel no tiene amigos; tiene neutrales y enemigos.
Rodeado de enemigos, sus aplastantes respuestas a las agresiones brutales, como la sufrida el 7 de Octubre de 2023, con asesinatos y violaciones de ciudadanos/as israelíes, ha despertado en Israel el fantasma de otro posible exterminio judío (intención declarada por la Organización Terrorista Hamas (perros de presa de Irán). Por eso las acciones de Israel no pueden considerarse otra cosa que Legítima Defensa.
Estamos ante una gran obra. Es de la Editorial Albor. Encuadernación rústica, publicada en formato A5 y cuenta con 190 páginas. La publicación es del año 2020. El libro sostiene la tesis de que todos los lugares tienen sus mitos y leyendas. Aquí se detallan, en forma de relatos, los más importantes. Los mitos que surgen tierra adentro o en la costa. Desde mitos previos a la Antigua Grecia hasta leyendas intemporales creadas en los frondosos bosques galaicos. Incluso Leyendas del Al-Ándalus almohade (deteniéndose en la mágica Qurtuba).
La autora es una magnífica narradora, que cuenta con una prolífica obra. Esta nos conecta con lo más importante de las leyendas de las principales culturas y civilizaciones. Es un paseo que nos hace soñar, sonreír, que nos trasladan a un pasado caballeresco, de un tiempo ya ido e irrecuperable, de un mundo de honor, amor y luchas ya irremisiblemente perdido. Otras leyendas nos llevan a la inocencia y la Fe (llenas de candidez religiosa).
Para mí es un paseo entretenido por el mundo mitológico, esencial para entender cada civilización.
No sólo la lluvia en Sevilla es una pura maravilla, como decía Audrey Hepburn en My fair Lady. En Córdoba tampoco está mal. Este pensamiento se me ocurrió el pasado mes de Septiembre. Os voy a contar.
A mediados del mes de Septiembre del año pasado el verano moría lentamente en Pozoblanco (Provincia de Córdoba) donde yo pasaba mis vacaciones -y a donde espero volver, pronto, ojalá que para siempre.
La Feria estaba comenzando y las calles estaban aún tranquilas. No obstante la gente ya abarrotaba las terrazas. Por suerte había una mesa libre (silla no me hacía falta, ventajas de moverme en silla eléctrica). Me atendió una joven cordobesa bellísima que me sirvió un descafeinado templado.
La terraza se encontraba muy animada cuando, de repente, una aislada nube negra descargó lluvia, una lluvia fina y en absoluto molesta. Los ocupantes de la terraza entraron en pánico y en pocos segundos se vaciaron todas las mesas. Sólo quedé yo. La bonita camarera salió y, extrañada, me dijo, con acento cordobés:
- ¿Y tú no quieres entrar para resguardarte de la lluvia ?
- ¿Por qué? -pregunté yo.
Elvira, la hermosa cordobesa, me respondió:
- Está lloviendo y te vas a mojar.
A lo que yo repliqué:
- Elvira, soy gallego y esto no es llover. Pero, gracias.
Ella me miró asombrada y se retiró hacia el interior para resguardarse. Efectivamente la lluvia duró poco, pero la terraza ya estaba desierta.
Y yo tan tranquilo disfrutando de mi café. Y es que no sólo en Sevilla la lluvia es una pura maravilla.
La terraza, en la Calle del Toro, después de la lluvia
Estoy de acuerdo. No se puede decir más claro. Yo también soy facha porque me emociono con el himno y la bandera de España, amo a mi país, no me gusta el feminismo radical, quiero libertad...
Lo único en lo que discrepo es en lo de pagar menos impuestos porque soy discapacitado y vivo en un CAMF gracias a lo que se recauda. Aunque considero que el gasto público no está bien gestionado y no se dedica a lo que debería dedicarse: no a chiringuitos y más a ayudas sociales.
El edificio consistorial de Pozoblanco se comenzó a construir en 1888, siendo alcalde León Herrero y sobre los terrenos del anterior consistorio, previamente declarado en estado de ruina tras hundirse el 23 de septiembre de 1884.
El diseño del nuevo edificio corrió a cargo de Pedro Alonso Gutiérrez, arquitecto de la provincia de Córdoba y autor de proyectos prestigiosos como los Jardines de la Victoria o el Colegio de la Milagrosa (de estilo modernista). Su nombramiento como arquitecto municipal fue muy problemático, llegándose a poner en duda la validez de su título. Murió dieciocho años más tarde, siendo llorado por los vecinos de la localidad.
Según el historiador pozoalbense José María Martín Perozo, este edificio es de estilo neoclásico y cuenta con dos plantas. Su composición es de acusada horizontalidad, rota en el centro por pilastras que corren verticalmente desde la cornisa a la base. En su fachada se puede ver su balcón principal jalonado por dos leones sostenidos por ménsulas, que fueron renovados durante las obras de restauración de 2004.
En el edificio destaca su reloj, modelo Canseco número 4, fabricado en España con máquina francesa en 1889, instalado al año siguiente, y con dos campanas de 45 y 65 kilogramos. Es destacable también la lápida que fue colocada en la Escalera de Honor y que se corresponde con el Decálogo del Buen Regidor, escrito en el siglo XV. Algunos de los principios y responsabilidades de la época se centran en la gestión del gobierno local, administración de los bienes comunales, la justicia, la supervisión de obras públicas y servicios esenciales (agua, salud pública), mantenimiento del orden y seguridad, supervisión de iglesias y ermitas, tutela de huérfanos, recogida de impuestos y derramas y representación de la ciudadanía.
La historia del edificio aparece en la placa colocada en 2020, con dos fechas extremas:19 de julio de 1890 y 19 de julio de 2020. La primera se corresponde con la de inauguración del edificio consistorial, en plena etapa de la Restauración, durante la Regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena. La prensa de Córdoba prestó poca atención a este hecho, aun siendo Pozoblanco cabeza de partido judicial de la provincia de Córdoba. No se ha encontrado una crónica detallada de la inauguración.
Cada poco iba a la Calle Mayor o Calle del toro a tomar mi café habitual de las tardes y justo antes de entrar en ella pasaba por la esquina del edificio consistorial. Desde ahí está hecha esta foto, en la que se ve la placa de mármol blanco, supongo, que indica que es el Ayuntamiento. Me llamaban la atención los leones referidos, pero no reparé en la placa. Si vuelve a darse la ocasión de pasar por allí, y espero que sea pronto, esta vez me fijaré.
Defensa del parque de Artillería de Monteleón durante el Levantamiento del Dos de Mayo de 1808 en Madrid, de Joaquín Sorolla y Bastida (1884)
Me encuentro mal, muy mal. No creo que salga de esta. Por eso, y antes de que sea tarde, yo voy a dar mi versión de lo que ocurrió aquel día.
Era un día primaveral y en Madrid lucía un espléndido sol. Yo no me encontraba bien y estaba encamado. De repente se produjo un tumulto en la calle. Entre carreras, la multitud gritaba:
- ¡¡Se llevan al Infante!! ¡¡Nos llevan a la familia real!!
Opté por vestirme y cogí mi arma. Salí a la calle y seguí a la multitud que se dirigía al Parque de Artillería de Monteleón: los franceses habían tomado el control del acuartelamiento.
La ocupación francesa era muy mal vista por la población y el ejército español. Pero a este se le había obligado a permitirla. Cuando la multitud, horas antes, había intentado impedir el secuestro de la familia real por tropas francesas, un batallón de granaderos gabachos disparó y cargó contra esta.
Presa del pánico y la indignación, la muchedumbre corrió hacia el cercano Parque de Monteleón, a cuyo mando estaban los capitanes Luís Daoíz y Pedro Velarde. Cien civiles y unas decenas de militares españoles se atrincheraron en dicho parque.
En el momento en el que miles de franceses se dirigían allí, entré en el parque. Apresuradamente me puse a las órdenes de dichos capitanes y nos juramentamos, cruzando nuestros sables, para proteger a los españoles allí refugiados y no rendir jamás el acuartelamiento y así defender el honor del ejército y de España. Ese honor que había sido mancillado por nuestros generales y por Manuel Godoy, Secretario de Estado de Carlos IV y, según las malas lenguas, asiduo visitante al lecho de nuestra reina.
En cuanto cruzamos nuestros sables empezaron a silbar las balas. Los hombres de Murat, el general francés, no pudieron evitar que la población fuera entrando en tropel en el Parque. Yo, por mi parte, dirigía un destacamento destinado a custodiar a los prisioneros franceses. Los ciudadanos demandaban cada vez más insistentemente armas y, finalmente, estas fueron distribuidas.
La lucha cuerpo a cuerpo se sucedió y solo los cañones franceses lograron abrir una brecha en nuestras defensas. En ese momento vi caer mortalmente heridos a los capitanes Daoíz y Velarde, siendo herido yo mismo y evacuado por los civiles fuera del cuartel. Me escondieron, puesto que la situación no era la más idónea para mi, como alguien que había participado en la defensa del parque de Monteleón.
Disuelta mi compañía, la Tercera del Segundo Batallón del Regimiento de Voluntarios del Estado, mis amigos me sacaron de Madrid. Fui trasladado a Badajoz, lo que agravó mi precario estado de salud. Sé que voy a morir, pero, antes de dictar mi testamento, quiero dejar constancia de la heroica defensa del parque de Monteleón, a cuyo frente estuvieron los capitanes Daoíz y Velarde. Esto no me lo contó nadie. Tuve el privilegio de presenciarlo y servir a sus órdenes en tal heroico combate.
Porque, aunque mucha gente no sepa mi nombre, yo estuve allí. Soy el teniente de Infantería Jacinto Ruiz y Mendoza, uno de los defensores del Parque de Monteleón.
Escultura en honor del teniente Joaquín Ruíz y Mendoza en la Plaza del Rey (Madrid), obra de Mariano Benlliure (1891).
El teniente Joaquín Ruiz y Mendoza falleció el 13 de marzo de 1809, después de grandes sufrimientos que soportó con una entereza envidiable.
Su nombre figuraba en cabeza de los tenientes de Infantería en la Escalilla del Arma. (Una escalilla es una lista de los miembros de los distintos cuerpos y escalas militares clasificados según su grado, antigüedad, méritos, etc.)
Fue durante la Feria de Pozoblanco. Me reencontré con los caballos, cincuenta años después y a mil kilómetros de donde lo había hecho la primera vez.
Estaba yo tomando café en una terraza. Era por la tarde y hacía calor. A lo lejos vi acercarse una pareja de caballistas. En ese momento mis recuerdos me llevaron muchos años atrás, a la Sociedad Hípica de La Coruña donde había un concurso a principios de los años 70 del siglo pasado. Yo era un niño.
No había vuelto a ver caballos al natural desde entonces. Siempre me habían llamado la atención. Eran concursos hípicos que no me perdía. Pero esta vez eran caballos paseando por las calles.
No pude resistirlo. Dejé mi café y me acerqué con mi silla. Les dije:
- No soy de aquí y hace tiempo que no veo caballos. ¿Os puedo sacar una foto?
A lo que él respondió:
- Sí, claro.
Después no pude reprimir mis ganas de acariciar uno de aquellos equinos. Y le volvía a preguntar a él, que parecía llevar la voz cantante:
- ¿Puedo acariciarlos?
Y el respondió, dirigiéndose a su compañera:
- Trae ese, que es el más tonto.
Cuando se acercó y lo acaricié ni se inmutó, pero para mí fue una experiencia inolvidable.
Más tarde, en la feria, vi otros caballos. Pero ese primer encuentro con los caballos después de cincuenta años se quedó grabado en mi memoria emocional.
Los caballistas fueron en todo momento muy amables. Por eso publico y les dedico estas palabras a sus jinetes. Cuando se fueron seguí saboreando mi café y contemplando las fotos que había hecho.
La vi bajando para conocer el centro de Pozoblanco. Como hacía buen tiempo (allí siempre hace buen tiempo), iba paseando lentamente para conocer el pueblo. Me fijé en ella. Quedaba a mi derecha. Era una tarde soleada muy cordobesa. La fachada de la iglesia estaba espléndidamente iluminada por el sol como podéis ver en la foto que hice.
No soy creyente, pero las iglesias siempre me han parecido muy bellas. Además, en este caso, los salesianos me recuerdan mi infancia en Coruña. Hasta los catorce años iba los domingos con mi familia a una iglesia cercana a mi casa, que resultó ser de los salesianos. Al cumplir esa edad, mi padre (militar) me dijo que él estaba harto de la posición de la iglesia sobre el terrorismo vasco y que no iba a volver a pisar más un templo y que a mi tampoco me iba a obligar a ir. Le respondí:
- Si tú no vas, yo tampoco. A mi tampoco me caen bien los curas.
Y ninguna iglesia volvió desde entonces a llamarme la atención hasta que pasé al lado de esta. Me quedé pensando que hacía cuarenta y cinco años que no entraba en una de los salesianos y ahora quería hacerlo, aunque solo fuera por contemplar su belleza en el interior. Busqué, sin encontrar, una entrada adaptada. Así que tomé esta foto y seguí mi camino.
Cuando vuelva a Pozoblanco, intentaré de nuevo entrar en esta iglesia. Mientras tanto os contaré su historia.
La Orden Salesiana fue fundada por Don Bosco en 1846. En septiembre de 1930 Don Antonio do Muiño llegó a Pozoblanco acompañado de otros salesianos y encontraron la casa solariega del obispo Pozuelo y un recién construido pabellón para uso escolar. La iglesia, aún en construcción, estaba cubierta de aguas y obligó a la Orden a utilizar la antigua y pequeña capilla. Poco después aumentó la afluencia de vecinos y se tuvo que edificar otra más grande en la planta baja del edificio, que actualmente está destinada a teatro y usos múltiples.
La iglesia actual fue proyecto del arquitecto Don Juan Bautista Caballero, esposo de la mártir Teresa Cepudo de la Archicofradía de María Auxiliadora, asesinada en la Guerra Civil. Se terminó en abril de 1931 y fue bendecida entre mayo y noviembre de ese año por el arcipreste de la parroquia de Santa Catalina, posterior mártir en la misma contienda fratricida, Don Antonio Rodríguez Blanco, que había sido alumno salesiano del colegio de Utrera. La consagración estuvo a cargo del pozoalbense y director de la Obra Salesiana de Córdoba, Don Andrés Yun. La iglesia de los salesianos de Pozoblanco es un centro de difusión de esta devoción y garantía de la obra salesiana.
Los trabajos de construcción se llevaron a cabo con la aportación económica de las fundadoras y las colaboraciones de Don Antonio Cañuelo, que hicieron posible finalizar la obra. La iglesia es un edificio de seis cuerpos que ocupan 415 metros cuadrados, más 48 del coro. La nave mide 33x10, la capilla lateral 8x5, la sacristía 7x7 y el coro 10x4,8 metros.
En el siglo XII Córdoba era la capital califal de Al-Andalus. Era una ciudad de calles pavimentadas, de magníficos jardines y con una de las universidades más reputadas del mundo medieval. En ella coincidieron en ese tiempo tres culturas, la cristiana, la árabe y la judía. Moisés Maimónides, ya anciano, recuerda la ciudad de su niñez que tanto le influyó y desde donde empezó, tras la invasión almohade, un camino que lo lleva a recorrer toda la costa mediterránea. Maimónides era médico, filósofo, teólogo y, sobre todo, sabio. Una de las figuras claves en la historia del pensamiento y este libro nos habla de él.
Herbert Le Porrier mediante esta obra (de la Editorial Penguin libros, de 275 páginas, tamaño A5 y tapa blanda) nos introduce en el sentimiento nostálgico dela biografía del conocido como médico de Córdoba, Moshé ben Maimón, y que pasó a la historia como Maimónides.
Este escritor francés se mete en la piel de un viejo Maimónides que, con nostalgia, recuerda desde su exilio egipcio su niñez y sus años cordobeses. Nos habla no solo de sus maestros judíos, sino que también nos da a conocer a Averroes en una época en la que los judíos aprendían de los musulmanes cordobeses y viceversa. El autor describe perfectamente las costumbres y nos lleva al ambiente urbano de la Córdoba del siglo XII para, cogidos de la mano del niño Maimónides, recorrer la ciudad.
En un momento determinado la trama de la novela da un giro y hace viajar al protagonista hasta Toledo, capital de Sefarad, donde le aqueja el llamado mal de Córdoba (nostalgia por la ciudad califal). Los que hemos tenido la suerte de pasear por sus calles, aunque sea un milenio después, y durante tan solo tres meses, comprendemos ese mal y lo sufrimos como él, a la espera de volver.
Él, desgraciadamente, ya no pudo regresar. Desde Córdoba con trece años tuvo que huir al norte de África por la persecución a los judíos por parte de los almohades, que habían conquistado la ciudad. Y desde allí a Egipto, donde ya viejo nos cuenta esta historia.
Después de leer esta obra nuestro propio mal de Córdoba se agrava. Ahora al leer el libro puedo reconocer a veces los sitios de los que habla. Todavía puedo ver la estatua de Maimónides con su libro "Guía de perplejos" en la mano. Por momentos parece cobrar vida en mis recuerdos.
Al terminar la obra de Le Porrier, que recomiendo vivamente a los que quieran conocer la interesante historia de este filósofo y médico judío, no me gustaría que me pasara lo que le pasó a él, que murió triste lejos de Córdoba. Mientras no vuelva, me consolaré leyendo los libros que allí compré.
NOTA: Una almazara es un establecimiento donde se procesan las aceitunas para obtener aceite de oliva. Es el lugar donde se llevan a cabo todos los pasos de la elaboración del aceite, desde la recepción de las aceitunas hasta el almacenamiento del mismo. Su nombre procede del árabe al-ma'sara, cuyo significado es "la prensa". Se ha conocido tradicionalmente por el nombre de trujal, que deriva del latín torculare.
Estaba yo recién llegado a Pozoblanco. Me llamaron la atención muchas cosas del lugar, tan distinto a aquel del que procedía. Lo primero que quise hacer fue ir a los toros. La plaza queda a cierta distancia de donde vivía, el CAMF de Pozoblanco. Afortunademente disponía de una silla eléctrica que me permitía desplazarme sin ningún esfuerzo.
Me decidí en primer lugar a visitar el coso taurino, puesto que nunca había estado en uno. Tuve suerte, pues aún era verano y mi hemiplejia me permite soportar mejor el calor que el frío. También ayudaba mi sombrero de camuflaje de ala ancha, recién comprado en Córdoba.
Salí del CAMF a primera hora de la tarde y giré a la izquierda. Iba lentamente, no quería que se gastara antes de tiempo la batería de mi silla. También disfrutaba del paisaje, ya que la plaza se encuentra en las afueras de la ciudad. Poco a poco fui subiendo la acera de la carretera de circunvalación. Me encontré algún cruce, pero la amabilidad de los pozoalbenses me fue dirigiendo hacia la plaza.
Antes de llegar divisé a lo lejos el mecanismo de la fotografía, unas piedra de molino, que luego supe que eran de almazara. No pude evitar hacerle una foto. Rodeándolo con curiosidad, seguí a la plaza. Pero eso ya es otra historia.
Era una tarde de otoño. Estaba yo tomando un café y disfrutando del jazz de un músico callejero en la plaza de Jerónimo Páez, en el centro de Córdoba, a la entrada del Museo Arqueológico. Cuando terminé mi café y cansado ya de escuchar al músico de jazz (cosa rara en mi), me dediqué a pasear entre los árboles de la plaza.
Y de repente lo vi. Me estaba mirando fijamente.
Me acerqué. Era el busto de Lucano, el magnífico poeta romano de origen cordobés. Había nacido en Corduba en el año 39 (por entonces, Córdoba era capital de la Hispania Baetica) y murió en Roma en el 65 por exanguinación. Fue el célebre autor del poema Farsalia.
Cuando nació le pusieron de nombre Marco Anneo Lucano. Cordobés de origen, era ciudadano romano. Hijo de Anneo Mela y Acilia, nieto de Séneca el Viejo y sobrino del filósofo Séneca. Su padre perteneció a la clase de los Equites, la aristocracia romana. Su madre era hija de un célebre orador.
A los ocho años Lucano se fue con toda la familia a Roma para vivir con su tío Séneca, que en el año 41 tuvo que exiliarse a la isla de Córcega por orden del emperador Claudio. Lucano fue con él. Y volvería posteriormente con su tío a Roma en el año 49. Séneca se ocupó personalmente de su educación y quizás por ello Lucano dio muestras de una precocidad intelectual inusitada.
Muy joven empezó a ser un poeta laureado, siendo además muy prolijo en su producción. Esta se vio violentamente interrumpida por su muerte a los veintiseis años. En conjunto su obra se compone de títulos como Ilíaca, Saturnalia, Catachthonion, Silva; una tragedia, Medea, y catorce libretos de pantomimas concebidas para el baile; y un escrito dedicado a su joven esposa Argentaria Pola. Hasta nosotros ha llegado solamente su epopeya sobre la guerra civil entre Julio César y Pompeyo, Farsalia.
A los dieciséis años era autor de tres composiciones y podía declamar en latín y griego. Se fue a Atenas en un viaje cultural, pero pronto tuvo que regresar por orden de Nerón, que se convirtió en su amigo. Con veintiún años era denominado poeta laureado y el emperador le nombró Cuestor Honorífico, pues todavía no tenía la edad reglamentaria para serlo efectivo.
Pronto esa amistad se rompió por la psicopática conducta de Nerón, que prohibió las lecturas públicas de los poemas de Lucano. Entre el 62 y el 65 Lucano combinó sus escritos con composiciones satíricas y acusadoras contra el emperador y llegó a participar en una conjura contra él. Conspiración que fue descubierta. Lucano fue torturado y se retractó de lo escrito. Tras ser condenado a muerte, se suicidó cortándose las venas y murió recitando unos versos en los que hablaba del fin de un soldado que se quitaba la vida. Estos versos no se conservan.
Sobre su vida sabemos a través de autores como Suetorio. Su esposa Pola Argentaria guardó luto fielmente y celebraba todos los años su fiesta natalicia, a la que invitaba a los poetas Marcial y Estacio.
Su nacimiento en Córdoba está confirmado por numerosas fuentes. El poeta Marcial le dedicó sus Epigramas para conservar sus memorias. Existen tres biografías de Lucano, una escrita por Suetorio, otra por el gramático Bacca y la última anónima.
El recuerdo de tan laureado poeta acudió a mi esa tarde otoñal cordobesa contemplando su busto. Y rememoré sus célebres máximas:
"Aléjese de los palacios el que quiera ser justo.
La virtud y el poder no se hermanan bien."
"Los hombres temen a los mismos dioses que han inventado."
Se trata de una edificación cordobesa por naturaleza, uno de los emblemas de la ciudad. Es el puente romano de Córdoba sobre el Guadalquivir. Cruza la ciudad y une el barrio del Campo de la Verdad con el barrio de la Catedral.
Los cordobeses lo conocen como el Puente Viejo, ya que dicen que tiene 20 siglos. Desde su construcción y hasta mediados del siglo XX fue el único puente de la ciudad hasta que se construyó el de San Rafael. En enero de 2008 se inauguró la mayor modificación del puente en su historia. Desde 2004 es peatonal, cerrado al tráfico por razones evidentes de conservación.
Se trata de un puente en arco, hecho de piedra maciza. Tiene 16 vanos y mide 331 metros de largo y 9 de ancho. Se construyó presuntamente entre el siglo I a.C. y el I d.C. Aulo Hircio, historiador de Julio César, atribuye a este la orden de su construcción. En uno de sus extremos se levanta la torre de la Calahorra y el otro termina cerca de la Mezquita-Catedral.
Desde 1931, junto con la Puerta del Puente y la Torre de la Calahorra, está considerado Monumento Histórico artístico. Está clasificado como Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento y fue proclamado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994. Es una de las localizaciones más famosas del centro de Córdoba, también patrimonio de la humanidad.
Según Hircio, al llegar a la ciudad en el año 45 a.C. tras la batalla de Munda, César tuvo que atravesar el río, creando a su paso un puente temporal de piedra, origen del actual. Hoy los historiadores mantienen un debate sobre la cuestión pues la construcción del puente no implica que hubiera existido otro anteriormente. También podría ser que se hubiera construido en los tiempos del emperador Augusto (27a.C-14d.C.), época en la que Córdoba recibió el título de Colonia Patricia y se amplió hacia el río.
El puente fue uno de los principales pasos de entrada a la ciudad desde el sur porque fue la única vía para cruzar el río sin utilizar embarcaciones. Es casi seguro que la Vía Augusta, que iba de Roma a Cádiz, pasaba por él. Al principio de la conquista musulmana, 720d.C., encontramos la primera referencia al puente por el valí Al-Samh ibn Malik al-Khawlani.
Vista de la Puerta del Puente y la Mezquita desde el mismo.
En el sur vemos la torre defensiva, la Calahorra, y en el norte la puerta del Puente que fue realizada por el arquitecto Hernán Ruiz II en 1572, y que el pueblo cordobés conoce erróneamente como Arco del Triunfo. Nunca lo fue, sino que era una de las puertas de la antigua muralla. En el centro del puente se encuentra El triunfo de San Rafael que data de 1651, obra del escultor Bernabé Gómez del Río.
Más recientemente este puente se convirtió en acceso a la ciudad para los viajeros que llegaban del sur, por lo que allí se encontraba el Fielato Sur. Además fue integrante de la carretera nacional N-IV.
Todos los cordobeses y muchos turistas lo conocen como Puente Romano, pero los estudiosos dicen que apenas hay vestigios que permitan catalogarlo como tal. Varios arcos son de tipología ojival, típicos de la arquitectura medieval. Lo que puede suceder es que en este lugar haya existido un puente romano que se perdió hace siglos, quedando el nombre. En la ubicación del puente romano existió otro de la época andalusí. Un texto de esta época hablaba de un puente destruido o al menos impracticable. Los estudiosos más reputados no lo incluyen en su catálogo de puentes romanos de España.
En la época califal fue su primera reforma. Otra después de la Reconquista y otra en 1927 para habilitarlo para el paso de vehículos, siendo esta muy criticada por los especialistas. En 2006 se realizaron obras de conservación de la estructura y la remodelación tanto interna como externa por Juan Cuenca Montilla. La inauguración se produjo el 9 de enero de 2008.
En sus inmediaciones se encuentra una reserva natural llamada Los sotos de la Alborafia, pero eso será tema para otra entrada.
Para terminar recomendaré al lector que, si va a Córdoba, se acerque al puente y se quede un tiempo mirando cómo pasa el Guadalquivir bajo él. Es uno de los espectáculos que no debe perderse en esta ciudad. Hay muchos, pero este es uno de ellos.
Esta parroquia tiene una gran historia. Forma parte de las llamadas Iglesias Fernandinas, mandadas construir por el rey Fernando III al reconquistar Córdoba. El rey construyó estas iglesias para organizar la población de la ciudad en barrios, lo que antes habían hecho los musulmanes con las mezquitas. De esta política fernandina, la parroquia de San Miguel es buen ejemplo.
A pesar de ese y otros hechos, es famosa sobre todo por ser la parroquia en la que se bautizó en el verano de 1917 al Diestro Manolete.
Se construyó entre los siglos XIII y XIV sobre los restos de una antigua mezquita. Actualmente se considera Bien de Interés Cultural y fue declarada Monumento Histórico-artístico. Pasó a formar parte del Tesoro Artístico Nacional por decreto del 3 de junio 1931. Está dedicada al culto por la iglesia católica.
Su estilo es románico. En su arquitectura se ve la evolución del románico al gótico ojival. Su interior fue modificado en 1749. Es de planta casi cuadrada con columnas adosadas al muro, lo que la convierte en octogonal. Cuenta con tres naves con artesonado sin crucero y con cabecera de ábsides.
Su retablo mayor es de mármol, construido en el siglo XVIII. La puerta lateral tiene arco de herradura de la época califal.
Espero que la descripción de este templo ayude al lector a apreciar su valor histórico, más allá de contener la pila bautismal del Maestro.
Lo lamentable es que inmediatamente en el exterior se han instalado varias terrazas para turistas que nada tienen que ver con el buen gusto de la iglesia. Me las vi y me las deseé para sacar la foto sin que saliera ningún guiri.
Anoche soñé que volvía a Córdoba. Paseaba por sus calles en la oscuridad. La curiosidad guiaba mis pasos.
Caminé por la Mezquita, por la Judería, vi al pequeño Maimónides hablar con el joven Averroes. Como en una ensoñación seguí. Me encontré con la Chiquita Piconera saliendo de un cuadro de Romero de Torres. Me crucé con la India Martínez, me fijé en sus vaqueros ajustados que le quedaban como un guante. Me sonrió.
Aún con su sonrisa en el alma salí de la Plaza del Potro. Recorrí los talleres de la artesanía califal. Fui a ver la casa de Manolete. Cené en la taberna El pisto. Después me acerqué al Museo Taurino. Tomé café en la Plaza Judá Levi. Y terminé el día en la iglesia de Santa Marina, habiendo pasado frente al monumento a Manolete.
Era noche cerrada cuando me dirigí hacia la sierra de Córdoba. Al llegar a esta, me di la vuelta y...
Córdoba de noche vista desde la sierra.
Allá abajo veía las luces de la Ciudad Califal. Presentí el amanecer. Cuando me desperté, la magia había desaparecido. No estaba en Córdoba. Mis ojos se humedecieron de nostalgia. Me prometí a mi mismo que iba a volver, pronto.
Acabo de terminar de leer este libro. Es un libro de historia que acaba con unas conclusiones muy claras. Es apasionante.
Trata de un tiempo en el que España fue la principal potencia mundial y de cómo dejó de serlo. Reivindica, a mi parecer, un pasado desconocido y que fue víctima de la leyenda negra que llegó hasta nosotros. Esa leyenda negra que dice que los españoles fuimos a América a exterminar a los indios. Este libro puede servir para deshacer el mito. Es una defensa sin precedentes del mundo hispano que se basa no en la raza ni en la geografía sino en una comunidad humana: la comunidad hispanohablante, que además comparte costumbres.
Esta comunidad no es herencia, según Pedro Baños, de un imperialismo excluyente, en contra de los que nos han hecho creer. Es el producto de la mezcla de dos mundos, el mundo hispano y el americano. Un mundo cuya historia es reivindicada por el autor y que nos ha llegado bajo el único punto de vista, el anglosajón.
Es un estudio histórico que Baños desarrolla a través de 600 páginas divididas en tres grandes capítulos. No sólo él demuestra un prolijo conocimiento histórico, sino que también tiene un acierto en la elección de sus colaboradores, que van desde una profesora universitaria de historia a un politólogo. Todos ellos provienen de campos ideológicos distintos, pero van dirigidos a un mismo fin: reivindicar la hispanidad.
Y es aquí donde tengo que mostrar mi discrepancia, no con el libro, que me parece magnífico, sino con las conclusiones que Baños saca y que el lector podrá observar también en su podcast: El canal del Coronel. Puesto que Pedro Baños Bajo es Coronel de Infantería, diplomado en Estado Mayor, en situación de reserva y especialista en Geoestratégica, terrorismo yihadista e Inteligencia Militar. Tiene un máster por la Universidad Complutense de Madrid en Geo estrategia. Vio interrumpida su meteórica carrera cuando la OTAN, y sobre todo EEUU, frustró su ascenso a General y su destino en la Inteligencia española.
Por otra parte, tengo que decir que Pedro Baños es el típico ejemplo de militar español, que todavía no ha superado el complejo que arrastra nuestro ejército por haber perdido la Guerra de Cuba frente a EEUU. Complejo que fue amplificado por el régimen franquista, del que sus profesores formaron parte, y que llega hasta hoy con los oficiales de su generación. Además se vio contaminado por un antisemitismo marcado a fuego en la sociedad española por la lejana Inquisición. No solo critica a Estados Unidos sino también a Israel. Es, además, furibundo admirador de Putin, lo cual no se corta en expresar en su podcast.
Lo que no sabe este culto coronel es que, a veces, para encarar el presente hay que olvidar el pasado, como demostraron los americanos después de la Segunda Guerra Mundial preparándose para combatir a los soviéticos en la Guerra Fría, después de haber sido aliados en aquella contienda. El coronel debía saber que las relaciones internacionales no se basan en vínculos históricos sino en conveniencias políticas.
Como señaló el también Coronel, pero israelí, Netanel Lorch en su libro Las guerras de Israel, en política internacional no hay amigos ni enemigos, hay aliados y conveniencias. Y hoy a España le conviene, por razones evidentes, estar del lado de Estados Unidos. Como demuestra el hecho de que estando enfrente de Israel y EEUU lo que consigue es que armen a Marruecos, nuestro eterno enemigo.
Lo que no dice es que, antes de reivindicar la Hispanidad, teníamos que ponernos de acuerdo los españoles en reivindicar la cuna de la Hispanidad, España.
De todas formas y volviendo al libro, se trata de un magnífico estudio sobre la historia de Hispanoamérica, un libro que cualquier seguidor de este blog no se debería perder.