Formó parte de un monasterio creado por Alfonso XI, rey de Castilla y León, en 1342. El monarca fundó el monasterio para agradecer su victoria en la batalla de El Salado que tuvo lugar en 1340 y para destinar la iglesia del cenobio a Panteón Real. Alfonso XI deseaba que en ella fueran sepultados los restos de su padre Fernando IV, que había muerto en 1312, y cuyo cadáver en ese momento estaba en la catedral de Córdoba. También quería que sus propios restos descansasen allí.
En julio de 1343, durante el Sitio de Algeciras, Alfonso XI cedió al monasterio algunos bienes que habían pertenecido a Martín Pérez y a Rodrigo Pérez de Castro y que en esos momentos se encontraban en la cámara del rey. El soberano encomendó a Fernán Rodríguez, su camarero mayor, la administración de los bienes.
Cuatro años después de la creación del monasterio este fue elevado al rango de Colegiata por el Papa Clemente VI mediante una bula, emitida el 1 de agosto de 1347, para que en este templo se celebraran los oficios de los reyes difuntos con solemnidad. La devoción de Alfonso XI hacia San Hipólito aparece en un documento de octubre de 1333 en la ciudad de Sevilla. Por él ordenaba a los clérigos de Jerez y Sanlúcar celebrasen aniversarios por las almas de sus antepasados en diversas festividades y, sobre todo, el día de San Hipólito.
Las obras se llevaron a cabo muy lentamente, realizándose solo la cabecera y el crucero de la iglesia durante los reinados de Alfonso XI y su hijo Pedro I. El resto de edificios se terminaron en el siglo XVIII.
En 1729 por orden de Felipe V se emprendieron las obras para terminación de la iglesia, finalizándose siete años después, afectando fundamentalmente a la nave, al crucero y a la fachada de la iglesia. Estas fueron ejecutadas por Juan de Aguilar con traza de Tomás Jerónimo Pedrajas. Durante los siglos XVIII y XIX se añadieron una serie de dependencias que dieron lugar a la colegiata actual.
En 1852, reinando Isabel II, el templo perdió la categoría de Colegiata, aunque siguió abierto al culto. Y a finales del siglo XIX fue cedida a la Compañía de Jesús a perpetuidad.
En 1994 se repuso el revoco del estuco del exterior del edificio, siguiendo el modelo original del siglo XVIII, bajo la dirección del arquitecto Arturo Ramírez.
Está situado el templo en la Plaza San Ignacio de Loyola, en el centro de Córdoba, entre la avenida del Gran Capitán y las calles Menéndez Pelayo y Alonso Aguilar. Desde 2008 está considerada Bien de Interés Cultural. Se clasifica entre los estilos gótico y barroco, de planta rectangular formada por la iglesia, la sacristía y el claustro. La fachada principal está ubicada a los pies del templo y fue realizada en ladrillo estucado. Forma un rectángulo coronado por un frontón triangular y adornada con pilastras, pareadas en los extremos y colgantes en el frontón y el centro.
La portada está realizada en piedra y se compone de un cuerpo con pilastras que enmarcan el vano de la iglesia, adornado con molduras. Sobre la cornisa está el segundo cuerpo con una hornacina flanqueada por estípites en la que está la imagen de San Hipólito y es una de las primeras utilizaciones del pilar-estípite en las fachadas de las iglesias cordobesas. La portada está rematada por el escudo del reino de Castilla y León.
Con estos detalles e indicaciones recomendamos a los viajeros y, sobre todo, a los cordobeses que no la conozcan que visiten la Real Colegiata de San Hipólito.
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