miércoles, 2 de julio de 2025

MI MAR CORUÑÉS. NOSTALGIA.


Fue un sábado, el sábado de una de estas semanas pasadas. Aproveché el día para visitar mi Coruña, la que por mi infancia y según el poeta es mi única Patria. Y cómo visitar Coruña sin recorrer su espectacular paseo marítimo, obra del polémico -pero muy recordado en Coruña- alcalde Paco Vázquez. Además, antes de acudir a otro lugar del que más adelante os hablaré, aproveché para pasear solo al lado de la playa. Una de las pocas playas urbanas que quedan en España.

Entonces, con el sol dándome en la cara y arrullado por el suave sonido de las olas, recordé la canción de Charles Trenet y la gran versión de Bobby Darin. Muchos sentimientos encontrados se despertaron en mí a la vista del inmenso mar, un mar al lado del cual nací (a menos de cien metros) y frente al que crecí.

Aminoré la velocidad de mi silla de ruedas y me quedé de nuevo absorto contemplando el gran azul. 

He de confesar también que una brisa de nostalgia me invadió, puesto que pronto espero estar en el CAMF de Pozoblanco (Córdoba), en donde pasé uno de los mejores otoños que haya vivido. El hecho de que me vaya allí no quiere decir que vaya a olvidarme de donde vengo. Por eso vine a despedirme de la ciudad y el mar que la baña.

El sol se bañaba en sus aguas azuladas; el mismo sol que, sin darme yo cuenta, me quemó los brazos. Me dio igual. Tenía que ir a despedirme de ese mar. En el interior de la provincia de Córdoba, que yo sepa, no hay mar. Y aunque algún día pueda escaparme a la costa gaditana, no será lo mismo.

Tengo que decir, si no lo dije ya, que de momento vivo en Ferrol, bañado por el mismo mar de Coruña. Pero no es lo mismo. Los recuerdos que se bañan en el mar coruñés no tienen nada que ver con mi experiencia ferrolana. Por eso fui a pasear, a pasear lentamente. Protegido, eso sí, por mi sombrero de ala ancha.

El día fue inolvidable y, por si se me borran los detalles (los dioses no lo quieran), saqué esta foto, de un mar que me vio nacer, pero que, con suerte, no me verá morir. Porque más temprano que tarde me iré tierra adentro, a casi mil kilómetros, a buscar mi residencia definitiva, en el lugar en el que tan bien me encontré. Aunque La Coruña es el símbolo de lo mejor de mi pasado, probablemente se encuentre lejos de lo mejor de mi futuro.

Por eso aproveché ese sábado para pasear cerca del mar, ese mar que tanto significó para mí y que, si todo va bien, formará parte de lo bueno que he vivido, que no es mucho.

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